miércoles, 29 de febrero de 2012

OTRA VEZ EN LA GRACIOSA

   Comentario de Rafael de la Fuente.

Otra vez en la Graciosa con Manolo Almenara.
Llegamos el lunes 20 por la tarde y no pudimos pescar,
por lo que nos dedicamos a montar los kilos y kilos
de aparejos y señuelos que traíamos.
El martes 21 amaneció con mucho viento por lo que
nos fuimos a la zona norte a pescar a spinning.
La caminata fue muy agradable aunque mi padre,
que ya tiene 74 años y que sigue participando
en nuestras aventuras de pesca, marchaba a su ritmo,
Manolo clavó un buen sargo y tuvimos varias picadas
de lo que creemos eran lubinas ya que pescábamos a vinilos.
Yo estuve pegado a un dentón (sama guachilanga) en un
acantilado que fue espectacular. Ver como rompía la ola,
con una resaca de más de 3 metros y que te pique un bicho
de esos sabe a gloria. pescaba con un gusano blanco de 20 cm
y cabeza plomada de 50 gm y cuando cundo ya casi lo tenia
cerca de orilla, se produjo una picada de escándalo. El Stella
10.000 silbaba de cuidado y el pez sacaba hilo como una
locomotora. cuando estuvo vencido dado que no podíamos
acceder a el por lo peligroso del oleaje, al intentar subirlo
con la ola se desclavó. La cabeza plomada estaba doblada
el esfuerzo del pez.

 

Esa tarde, salimos a pesca en barco y clavamos un atún sierra
que dio guerra sólo cuando vio la sombra de la embarcación.

Tuvimos muchas picadas de "bestias"(en el buen y literal
sentido de la palabra) que no conseguimos despegar del fondo,
rompiendo bajos de linea de 0,70 mm en fluorocarbono
Al día siguiente repetimos, clavando un mero
pero sus padres seguían erre, que erre
sin querer subir a hacerse una foto.
Volvimos a romper varias veces, esta vez incluso con
diámetro de 1.00 mm, también en fluorocarbono.
La sensación de tener un mero que te está sacando hilo
de un carrete eléctrico (con freno a tope de 30 kg....)
que está "traccionado" y ves que no hay manera de pararlo
es algo de lo que no se olvida....
También tuvimos picadas de algo que podía ser un
serviola (medregal) bestial que se soltó a los 30 metros,
así que no pudimos hacerle la foto sonriendo.
El viaje era corto y el jueves ya estábamos de vuelta,
pero con la satisfacción de haber tenido enganchados unos
peces (pejes) descomunales. Sólo por eso merecía la pena
haber venido a la Graciosa. Es un destino que no defrauda nunca.
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